Un
grupo de alumnos había organizado diversas actividades para conseguir dinero
para su viaje de estudios.
Habían
elaborado calendarios de dos modelos diferentes y, a diez días del viaje, les
quedaban unos cuantos por vender.
Luis propuso
que, ante la dificultad de vender estos últimos, deberían hacer algún tipo de
oferta para deshacerse de ellos y conseguir algún dinero.
Todos
estuvieron de acuerdo y comenzaron a pensar en la oferta que lanzarían.
Como los
grandes los vendíamos a cuatro euros y los pequeños a dos euros, si los
vendemos en lotes de cinco calendarios a diez euros el lote, seguro que los
vendemos rápidamente - dijo Miguel.
¿Pero nos
quedan calendarios para poder agruparlos en lotes de cinco? – preguntó Ana.
Tenemos 58
grandes y 57 pequeños – indicó Luis.
Es decir, 115
en total, que sí es divisible por cinco – añadió Ana.
Pues,
entonces sin problemas, lo hacemos así – dijo Miguel.
No, esperad –
replicó Luis, que llevaba un minuto pensativo.
Y añadió: “como
57 es múltiplo de tres y 58 es múltiplo de dos, podemos hacer los lotes de otra
forma, y sacaremos más beneficio”.
Los compañeros, muy interesados, le
instaron a lanzar su propuesta y él comenzó a exponerla:
“venderemos los 57 pequeños en lotes de tres, a cinco euros el lote, y los 58 grandes en lotes de dos, a cinco euros el lote”.
“venderemos los 57 pequeños en lotes de tres, a cinco euros el lote, y los 58 grandes en lotes de dos, a cinco euros el lote”.
Al oír su
proposición, Miguel dijo que esa forma de venderlos no les proporcionaría más
beneficio.
Cuando Luis
insistió en que sí, Ana le razonó que Miguel tenía razón. De las dos formas
venderemos cinco calendarios por diez euros, por lo que nos saldrá cada
calendario por dos euros, dijo la chica.
Como Luis se
mantenía firme en su propósito, el resto de compañeros comenzó a reírse de su
tozudez y, molesto por esas risas, Luis les dijo:
“Vale, como
según vosotros es indiferente hacerlo de una forma u otra, vamos a venderlos
como digo yo, y la diferencia que exista entre los beneficios esperados será
para mí”.
Entre risas,
el resto de compañeros aceptó el reto.
Como son 115
calendarios, tenemos 23 lotes de cinco y, como cada lote cuesta diez euros,
debemos obtener 230 euros de la venta, según nuestra propuesta – afirmó Miguel.
Los
venderemos como tú dices, Luis, y si la cantidad obtenida es mayor, la
diferencia será para ti – añadió Ana con una sonrisa en su cara.
Pasados unos
días, habían vendido todos los calendarios y se dispusieron a contar el dinero
recaudado.
Tuvieron
que contarlo varias veces porque Ana y Miguel no podían creer que la cantidad
fuese de 240 euros.
Los 57
calendarios pequeños, al ser 57 un múltiplo de tres, daban lugar a 19 lotes de
tres y, si cada lote costaba cinco euros, proporcionaban un beneficio de 19·5 = 95 euros.
Los 58 grandes, al ser 58 múltiplo de dos, los podíamos
agrupar en 29 lotes de dos y, a cinco euros cada lote, conseguiríamos con ellos
29·5
= 145 euros.
De esta forma, el beneficio total sería 95+145 = 240 euros.
Y, con una sonrisa en su cara, Luis
añadió: “así que ya podéis darme mis diez euros”.
Te los mereces – dijo Ana.
Sí, por no fiarte de las apariencias y por dominar las
matemáticas – añadió Miguel.
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